En una línea de tiempo que organicé recientemente para una presentación, un punto me llamó la atención y eso me motivó a escribir este texto. Un período que considero el eslabón perdido de Internet corresponde a los años 2000 a 2010.
Una escasez anunciada
El agotamiento de IPv4 se venía anticipando desde principios de la década de 1990. Internet crecía a un ritmo acelerado y el modelo de direccionamiento, implementado de forma única y global el 1 de enero de 1983, ofrecía “apenas” 4300 millones de direcciones. Si consideramos que en la década de 1990 la población mundial era de aproximadamente 4400 millones de personas, el cálculo parecía razonable.
Creíamos que sería suficiente para todos, para una Internet de uso académico o corporativo de la década de 1980, pero en realidad estaba lejos de satisfacer las necesidades de un mundo que experimentaba una rápida expansión de la conectividad.
Las primeras respuestas técnicas
Aun así, la comunidad técnica no se quedó de brazos cruzados, especialmente dentro del Grupo de Trabajo de Ingeniería de Internet (IETF). En 1994, se publicó la RFC 1631, que introdujo la traducción de direcciones de red (NAT) como una solución temporal (K. Egevang y P. Francis). Su función era mitigar la escasez de direcciones públicas.
Al mismo tiempo, un grupo analizaba propuestas para una nueva versión del protocolo IP (IP Next Generation, IPng). Esto culminó en 1995 con la RFC 1883, el primer documento técnico que describía lo que más tarde se convertiría en IPv6. Los autores de especificación fueron Steve Deering (Xerox PARC) yBob Hinden (Ipsilon Networks), dos figuras reconocidas por su visión de futuro.
En 1998, tras algunos ajustes finales, IPv6 se estandarizó formalmente con la RFC 2460, y el nuevo protocolo quedó listo para usar. El nuevo protocolo ofrecía soluciones como un mayor espacio de direcciones (128 bits), encabezados simplificados, autoconfiguración, movilidad, seguridad nativa mediante IPsec y, lo más importante, eliminaba la necesidad de NAT.
(Acceso libre, no requiere suscripción)
Todo estaba documentado. La infraestructura estaba técnicamente lista. Solo faltaba actuar.
La década perdida (2000-2010)
Lamentablemente, entre los años 2000 y 2010, mientras Internet experimentaba una fuerte expansión, la infraestructura que daría forma al futuro de la conectividad quedó en cierta forma un tanto descuidada, a mi parecer.
Fue la década de la banda ancha, la explosión del Wi-Fi y la aparición de miles de pequeños proveedores locales en todo el mundo. El acceso creció, la demanda de direcciones IP aumentó en forma exponencial, pero todos los esfuerzos en torno a IPv6 fueron ignorados. En un momento en que más necesitábamos direcciones IP para atender a los usuarios residenciales, comercios y empresas, optamos por un camino contrario a todo lo que se había preparado, algo que aún intento comprender.
Todo estaba documentado. La infraestructura estaba técnicamente lista. Solo faltaba actuar.
La década perdida (2000-2010)
Lamentablemente, entre los años 2000 y 2010, mientras Internet experimentaba una fuerte expansión, la infraestructura que daría forma al futuro de la conectividad quedó en cierta forma un tanto descuidada, a mi parecer.
Fue la década de la banda ancha, la explosión del Wi-Fi y la aparición de miles de pequeños proveedores locales en todo el mundo. El acceso creció, la demanda de direcciones IP aumentó en forma exponencial, pero todos los esfuerzos en torno a IPv6 fueron ignorados. En un momento en que más necesitábamos direcciones IP para atender a los usuarios residenciales, comercios y empresas, optamos por un camino contrario a todo lo que se había preparado, algo que aún intento comprender.
Nos enfocamos en el modelo de negocio de Internet, no en su sostenibilidad técnica. La prioridad era vender conexiones, ganar mercados y ofrecer acceso inmediato. El costo técnico quedó enmascarado por el uso abusivo de NAT, CGNAT y otras soluciones paliativas que aumentaron la complejidad y redujeron la visibilidad y la trazabilidad en la red.
En mi opinión, esta negligencia creó una desconexión, ya que la solución estaba lista, validada y bien especificada, pero falló la toma de decisiones políticas, económicas y operativas.
Un despertar tardío
El mundo despertó recién en el año 2011, cuando la Autoridad de Números Asignados en Internet (IANA) anunció oficialmente la asignación de los últimos bloques IPv4 /8 a los registros regionales de Internet (RIR). El fin había llegado.
A partir de entonces, varios países y organizaciones comenzaron a adoptar IPv6, pero lo hicieron de forma reactiva, fragmentada y tardía. El protocolo solo se consolidó formalmente como estándar en 2017 con la publicación de la RFC 8200, que sustituyó a la RFC 2460.
Pasaron más de 20 años entre la propuesta inicial y su aceptación como estándar. Fue uno de los períodos de inercia tecnológica más prolongados a escala global, considerando que se conocía la necesidad, existía la solución y se habían mapeado los riesgos.
Las consecuencias de ignorar IPv6
Hoy en día todavía sentimos el peso de aquella década perdida y sus consecuencias:
Redes detrás de CGNAT, lo que dificulta la trazabilidad;
Altos costos operativos para mantener la compatibilidad con los sistemas legados;
Problemas de seguridad debido a la pérdida de visibilidad del tráfico;
Barreras para la IoT, para la cual NAT es un cuello de botella crítico;
Una Internet más compleja y difícil de gestionar.
Parte de los ataques actuales y las dificultades que enfrentan las investigaciones criminales también son consecuencias directas del uso masivo de NAT debido a la falta de direcciones públicas.
¿Qué podemos aprender?
La historia de IPv6 nos enseña que no basta con crear buenas soluciones técnicas, sino que es necesario garantizar su adopción en el momento oportuno. El costo de ignorar una transición es inmenso, que hoy pagamos en forma de parches, pérdida de visibilidad y oportunidades perdidas.
Más que “solo más direcciones”, IPv6 representa:
La restauración de la simplicidad en la arquitectura de Internet;
El regreso de la trazabilidad y la visibilidad de cualquier dispositivo en red;
La base para tecnologías emergentes como la IoT, 5G y las redes móviles inteligentes.
Conclusión
Más de 25 años después de las primeras RFC, IPv6 finalmente está avanzando hacia su madurez. Sin embargo, debemos actuar con responsabilidad y compromiso, ya que la Internet del futuro no puede construirse sobre soluciones de emergencia heredadas del pasado. No se puede recuperar el tiempo perdido, pero podemos evitar que la historia se repita.
Las opiniones expresadas por los autores de este blog son propias y no necesariamente reflejan las opiniones de LACNIC.
Excelente cronica